Trabajo doméstico sin salario ni reconocimiento: otra cara de la violencia contra la mujer
Introducción:
La escultura “El esfuerzo” o “La carga”, creada por el artista catalán Jaume Plensa, ha sido resignificada en América Latina como símbolo del llamado “Monumento a la mujer que no hace nada”. Lejos de ser una ironía, esta reinterpretación representa una denuncia profunda contra una de las formas más invisibilizadas de la violencia de género: la negación del valor del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado que millones de mujeres realizan a diario.

Mientras algunas obras de arte consagran héroes, líderes o eventos bélicos, esta escultura simboliza el peso físico, emocional y mental que muchas mujeres cargan silenciosamente. Una carga compuesta por tareas del hogar, crianza, cuidados de personas dependientes y el sostenimiento emocional del núcleo familiar. Este trabajo, indispensable para la sostenibilidad de la vida, es ignorado por sistemas económicos y jurídicos, invisibilizado por las estadísticas y frecuentemente desvalorizado por la propia sociedad —y por las mujeres mismas—.
En este artículo se analizará cómo el no reconocimiento del trabajo doméstico constituye una forma estructural de violencia simbólica y económica, alineada con la definición de violencia basada en género, e incluso susceptible de ser analizada desde el enfoque victimológico.
El trabajo doméstico no remunerado: una labor esencial, pero invisible
De acuerdo con ONU Mujeres, las mujeres realizan más del triple del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado que los hombres en América Latina. Esta desigualdad se sostiene por construcciones culturales patriarcales que asignan a las mujeres el rol “natural” de cuidadoras. Esta asignación no solo es arbitraria, sino que perpetúa una doble jornada laboral, especialmente para aquellas que también se insertan en el mercado de trabajo formal.
El Estudio Nacional del Uso del Tiempo en República Dominicana evidenció que las mujeres dedican un promedio de 36.6 horas semanales al trabajo no remunerado, frente a las 13.1 horas que dedican los hombres (ONE, 2018). Esta disparidad es aún más grave en zonas rurales y en contextos de pobreza, donde el acceso a servicios públicos de apoyo es escaso o inexistente.
Este desequilibrio tiene consecuencias tangibles: menor acceso a empleos formales, menor acumulación de capital y cotizaciones para pensiones, más dependencia económica, y, en consecuencia, mayor vulnerabilidad frente a situaciones de violencia de pareja. Como demuestra el perfil victimológico en La Vega (2020-2021), el 62.75% de las mujeres víctimas de violencia de género no realiza ninguna actividad económica remunerada, y muchas de ellas tienen hijos y son sostenedoras del hogar.
El trabajo doméstico como forma de violencia estructural
La Convención de Belém do Pará (OEA, 1994) define la violencia contra la mujer como cualquier acción o conducta basada en el género que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico, tanto en el ámbito público como privado. A la luz de esta definición, el no reconocimiento del trabajo doméstico debe ser entendido como una forma de violencia simbólica y económica.
Pierre Bourdieu (1999) explica que la violencia simbólica es aquella que se ejerce de manera invisible, naturalizada, mediante la reproducción de esquemas de dominación. La desvalorización del trabajo doméstico es un ejemplo claro: se considera ‘amor’, ‘deber’ o ‘vocación’, despojándolo de su naturaleza laboral y de su valor productivo.
A su vez, esta desvalorización tiene consecuencias materiales: mujeres que no cotizan para pensiones, que no acceden a seguros de salud, y que dependen económicamente de sus parejas. La dependencia económica ha sido identificada como uno de los principales factores de riesgo en situaciones de violencia de género.
El arte como denuncia: reinterpretar “La carga”
El monumento reinterpretado como “la mujer que no hace nada” visibiliza irónicamente lo que se ha querido ocultar: la extenuante labor cotidiana que sostiene hogares, comunidades y economías enteras. Esa figura femenina encorvada bajo una masa gris simboliza el agotamiento silencioso de millones de mujeres. La carga que lleva no son piedras ni cuerpos: es el peso del trabajo no remunerado, del tiempo robado, del deseo postergado y del cansancio acumulado.
En este sentido, el arte se convierte en una herramienta de denuncia feminista, al colocar en el espacio público una conversación que ha sido sistemáticamente relegada al ámbito privado. Es un llamado a transformar el sistema de organización social y económico que descansa sobre el trabajo gratuito de las mujeres.
Violencia de género y desigualdad económica: una relación directa
Los estudios victimológicos demuestran que la violencia de género no es aleatoria, sino que sigue patrones. El perfil más común de las víctimas en La Vega incluye mujeres entre 26 y 30 años, sin empleo, con bajo nivel educativo y con hijos menores de edad. Estas mujeres realizan múltiples tareas dentro del hogar, sin recibir ningún tipo de retribución ni reconocimiento. Esto las hace más vulnerables a la violencia intrafamiliar, al no contar con autonomía económica ni redes de protección.
Esta relación se confirma también en los casos de feminicidio. En el análisis de los feminicidios ocurridos entre 2019 y 2025 en La Vega, más del 62% de las víctimas eran mujeres jóvenes entre 16 y 30 años, muchas de ellas sin independencia económica ni estructuras de apoyo.
Conclusión
El «Monumento a la mujer que no hace nada» no es una burla, es una denuncia. Es el grito silencioso de todas aquellas que cargan el mundo sobre sus espaldas sin recibir nisiquiera un “gracias”. Es un llamado a reconocer, redistribuir y remunerar el trabajo doméstico y de cuidado. Es también un recordatorio de que la violencia contra las mujeres no se limita al golpe físico o a la amenaza directa, sino que incluye formas estructurales y simbólicas profundamente arraigadas en nuestras sociedades.
Reconocer el trabajo doméstico como un pilar económico y emocional es indispensable para construir una sociedad más justa. Y para ello, se requiere una transformación cultural, jurídica y política que visibilice esta realidad. Solo entonces podremos aliviar, aunque sea simbólicamente, la pesada carga que millones de mujeres siguen llevando a cuestas.
Bibliografía y Referencias
- Bourdieu, P. (1999). La dominación masculina. Anagrama.
- Organización de Estados Americanos (1994). Convención de Belém do Pará.
- Oficina Nacional de Estadística (2018). Estudio Nacional del Uso del Tiempo.
- ONU Mujeres (2020). El trabajo de cuidados no remunerado: una carga invisible para las mujeres.
- García Martínez, A. L. (2022). Perfil victimológico de violencia de género en la provincia de La Vega, período 2020 al 2021. UDIMA.
- García Martínez, A. L. (2025). Análisis de Feminicidios en La Vega, periodo 2019 al 2025.
- Jaume Plensa (n.d.). Obra escultórica “El Esfuerzo”. Interpretación artística en espacios públicos.


